«En 1248, el rey Fernando III El Santo toma Sevilla, incorporándola a la corona de Castilla y se acometen conquistas de las zonas circundantes. Tras un período de repoblamiento que se inicia después de la conquista del reino de Niebla en 1262, se señalan los dominios.
Con el repartimiento de Niebla, su hijo, Alfonso X El Sabio, reserva para la Corona como coto de caza el territorio que se extendía desde Mures (Villamanrique de la Condesa), hasta los alrededores de la marisma. Este mismo rey sabio y aficionado a la caza también tenía la piadosa costumbre de levantar santuarios a la Virgen María en los términos de las tierras que conquistaba». (ZAMORA MOYA, José A. (2000): Vivencias (La Romería del Rocío), Algaida editores, Sevilla, p. 19).
«El origen histórico de la devoción a la Virgen del Rocío de todos conocida, se remonta al rey Alfonso X, el Sabio, quién después de la reconquista islámica se reservó unos terrenos de caza (pertenecientes al reino de Sevilla) que llegaban desde Mures (la actual Villamanrique) hasta el límite con las tierras de Niebla. Este rey, devoto de la Virgen. Visitaba con sus monteros reales la ermita de Santa María de las Rocinas.
En el libro de las monterías recogido por Alfonso XI se citan como únicos lugares de caza del entorno del Rocío la Xara de Mures y las ermitas de Santa María de las Rocinas y de Santa Olalla.
«Villamanrique, llamada anteriormente Mures, está relacionada con las Rocinas, por razones históricas y geográficas, desde el siglo XIII, y hasta allí acudían sus cazadores y monteros a cobrar las piezas de su diario sustento; porque en Mures, fueron heredados los monteros del Rey Alfonso X el Sabio, en 1253» (LÓPEZ PELÁEZ, José L. (1981): Rocío 81, Imprenta Rábida, Huelva, sin paginar).